LA ÉTICA EN EL CENTRO DEL PAÍS Y DE LA EDUCACIÓN
Post de artículo publicado en el Diario UNO 21/ octubre/ 2019
Esta semana tres hechos realimentaron la esperanza de recuperar el país de manos de la corrupción. Se impidió el copamiento de Tribunal Constitucional, se ratificó al Fiscal Supremo Sánchez en la investigación del caso de los “cuellos blancos” y se destapó la podredumbre del fenecido Alan García. La parte sana de la sociedad actuó con sentido de ética.
Se abre un ciclo en el país en el que ha despertado la sensibilidad moral frente a la corrupción y, con ella, la oportunidad de educar con un sentido de ética. En reemplazo del “roba pero hace obra”, instalado por décadas en el sentido común, ha surgido un profundo sentimiento de indignación frente a la corrupción. Decía Hume que los principios morales se edifican sobre la base de sentimientos morales y éstos no pueden pasarse por alto hoy en las escuelas.
Como afirma Foro Educativo en su trabajo preparatorio del Seminario “Los Sentidos de la Educación”, la ética es un sentido fundamental de la educación. Busca consolidar principios morales a partir de la motivación y canalización adecuada de los sentimientos morales.
Para ello, la educación debe ofrecer oportunidades para que los estudiantes reflexionen sobre esos sentimientos, disciernan entre lo justo e injusto, reflexionen sobre los hechos, deliberen y razonen para poder actuar con un sentido ético.
La formación ética implica la consolidación de la personalidad moral (Adela Cortina) de modo que una persona tenga autonomía y principios morales sólidos, que funcionen como estructuradores de sus comportamientos y actitudes y como barreras para evitar que sean corrompidos y envilecidos.
Estos principios no son un aprendizaje más como las matemáticas. Deberían ser el centro nodal de todos los aprendizajes, ahora más que nunca.
Simultáneamente la formación ética es un aprendizaje compartido y contextualizado. Requiere gestarse como un proceso socio cultural y participativo. Por ello, las acciones educativas deberían romper las programaciones y rutinas, para dar cabida a la exploración y el debate colectivo sobre hechos concretos que afectan la vida de los estudiantes, planteándoles desafíos éticos.
Es imperativo que se sientan partícipes de una indignación moral colectiva que los involucra, parte de un nosotros, de un esfuerzo ético común para construir un país y una humanidad distintos.
Hoy el sentido ético está en disputa en la sociedad porque hay fuerzas oscuras que quieren que la corrupción permanezca.
Necesitamos, como decía Ricardo Morales Basadre, nuevas generaciones con fuerza de espíritu para producir un viraje en el imaginario de país. “Necesitamos una ética que impregne el quehacer, vivir, producir y convivir, que gobierne el aprender y la búsqueda de nuevos principios morales-civilizatorios”.