CUANDO SE PISOTEA LA DIGNIDAD, LAS REFORMAS FRACASAN
Post de artículo en Diario UNO , 24 junio, 2019,
A ver dime algo y te denuncio a la UGEL ¡Te sacan así de rápido!” dijo chasqueando los dedos una alumna a su maestra. “Tú no puedes hacer nada, yo soy menor de edad y a mí sí me van a hacer caso”. Cursa 6º.Primaria en un colegio público y acusó falsamente a su profesora de haberla metido dentro de un tonel de agua. La docente es menudita y joven y está, embarazada de 7 meses; la alumna es más alta y de las achoradas del salón. Luego de gritar y empujar a la maestra recurrió a la Directora con el respaldo de su madre.
La directora cree a la docente pero prefiere evitar conflictos con los padres de familia. La madre exige que a su hija le pongan la máxima nota. “Ponle “A” nomás, me ha dicho la directora”. La maestra sabe que el desempeño de la alumna no acredita esa calificación. El subdirector le aconsejó que mire hacia otro lado y no se meta con casos de agresión.
El manual de convivencia escolar duerme el sueño de los justos, el aprendizaje de ciudadanía está por los suelos y la escuela se ha vuelto cómplice de situaciones injustas y violentas.
“¿Qué puedo hacer? Me siento totalmente indefensa”, preguntó. La profesora trabaja en 2 colegios y estudia una maestría en las noches donde asiste embarazada y llevando a su hijita de 6 años. Intentó acudir a las oficinas de bienestar docente del Ministerio de Educación. “Llamé pero nunca me contestaron”. Lamentablemente la ley magisterial no contempla estos casos. Los docentes están abandonados a su suerte.
No se trata de algo anecdótico. Son casos frecuentes y tienen raíces que los explican. La profesión docente no solo ha sufrido un deterioro salarial sino un gran menoscabo de su prestigio.
El sistema meritocrático se equivocó al pensar que mayor evaluación producía más calidad, cuando lo que ocasionó fue la reducción del rol profesional a un desempeño instrumental con altos niveles de estrés (que afecta a más de 56% de docentes. La experiencia internacional muestra que la combinación de un alto nivel formativo con autonomía docente es la llave del éxito.
Obviamente esto se opone a un modelo prescriptivo que posterga además la formación inicial docente. Encima de todo esto, aunque con la intención de evitar el autoritarismo, se ha terminado por dejar desprotegidos a los maestros de las situaciones de violencia. El resultado es un docente disminuido, que puede ser menospreciado y maltratado impunemente en la escuela y en la vida pública.
Ya lo vimos recientemente en el Congreso cuando la Presidenta de la Comisión de Educación agravió y humilló a dos docentes. Esto ocasionó indignación y repudio. Felizmente. La reacción ciudadana en favor de los maestros debe complementarse con mejoras en las políticas docentes. No hay reforma educativa exitosa sobre la base de un maestro venido a menos. La exigencia de calidad docente torna urgente corregir errores y vacíos, para reposicionar su rol profesional.