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Post de artículo en Diario Uno 14 agosto 2018

Publicado: 2018-08-16

Luego de la aparición del primer audio de la corrupción en el sistema judicial, el país vivió 20 días intensos hasta el 28 de julio en que se anunció el referéndum. En esos días desayunamos audios, nos nutrimos de indignación y nos movilizamos con decisión. Fueron días que también remecieron las escuelas, que aparecieron como un actor visible e inusitado en las marchas y manifestaciones. 

Hoy las aguas parecen aquietarse y existe un peligro de normalización de la corrupción, es decir que se acepten actos“legales” pero completamente inmorales e injustos. A esto juegan el fujimorismo y las fuerzas conservadoras. Por eso el destituido juez Hinostroza afirma: “La conducta antiética o inapropiada no es delito” y la congresista Letona declara que “mentir no es delito” apoyando al cuestionado fiscal Chavarry. Al frente está la posibilidad de impedir la aceptación de un orden amoral, que no es sino la degradación de la democracia.

Hay varias lecciones importantes para la educación que nos ha dejado el accionar de las escuelas. En primer lugar que la ética constituye la columna vertebral de la formación de los estudiantes, quienes se sienten afectados por la corrupción: “los niños no merecemos ese ejemplo” (cartel escolar). Los estudiantes reclamaron una formación coherente con los principios morales básicos de honestidad y de justicia, que debe ser no solo episódica, sino fuerte y constante.

En segundo lugar vimos escuelas de todas las regiones que imprimieron su propio significado a los desfiles y celebraciones patrias, convirtiéndolos en actos de denuncia, enseñanza y aprendizaje. Queda el desafío de seguir resignificando las rutinas, los procesos escolares y los hechos del entorno educativo, escapando de la aplicación mecánica del currículo.

En tercer lugar, maestros y estudiantes se movilizaron como sujetos al lado de otros actores, recordándonos que las escuelas no son lugares de instrucción pasiva, sino que deben convertirse en espacios dinámicos que estimulen y cobijen la voz y la actoría de sus integrantes.

En cuarto lugar, vimos que escuelas y calles se unían y confundían en espacios interconectados de reflexión y aprendizaje. Nos recordaron algo elemental que la rutina olvida: “la educación debe ser en todas partes… y aprovechar al máximo el contexto educativo…” (Informe Delors).

Por último, muchas niñas elaboraron lemas contra la perversa alianza entre corrupción y violencia de género: “jueces mafiosos y machistas”, “Poder Judicial y médicos legistas, vergüenza nacional”. La educación fue desafiada a asumir el enfoque de género como base para empoderar a las niñas y adolescentes y exigir justicia.

Al día siguiente de los días que remecieron al país, las escuelas no pueden volver a ser las mismas. Deben transformarse y ser parte de un gran pacto social contra la corrupción.


Escrito por

Teresa Tovar

Socióloga por titulación y escribiente por fatal afición, creo que combinar indignación, risa y algo de esperanza es una buena receta


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