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Los maestros y la recuperación moral

Post de mi columna del Diario UNO , 15 febrero 2017

Publicado: 2017-02-15

Inserto una versión más amplia del artículo aparecido en el Diario UNO

La labor de los maestros constituye hoy parte sustancial de nuestra reserva moral. Puede hacer frente a dos estocadas infringidas a los principios básicos de convivencia humana y democrática. De un lado, la corrupción, que no solo cruza las más altas esferas del poder, sino que se instala como sentido común en las personas. De otro lado, la descalificación de la enseñanza de la igualdad entre niñas y niños.

Hoy se exige al docente centrarse en el rendimiento de matemáticas y lenguaje. ¿no es cierto? Puntajes, bonos, estándares, clases modelo, etc. van enrumbados a este objetivo y copan sus esfuerzos. Pero es preciso hacer un acto de resiliencia que vincule los aprendizajes con lo trascendente. Hay que priorizar la formación de dos habilidades cruciales para la salud del país y de la democracia y que son reclamadas por Marta Nussbaum: la capacidad de pensar de manera crítica y la capacidad de comprender y respetar al otro. 

Hacer frente a la arremetida conservadora y mafiosa exige tres batallas. La primera es el debate conceptual. La segunda batalla es política y se juega en el Congreso y en el gobierno. Los maestros libran la tercera batalla, quizás la más importante, aquella que se da en el plano del sentido común, en los modos de pensar de las personas. El objetivo es impedir que se perpetúen y hagan naturales las actitudes homofóbicas, violentistas y deshonestas.

El Ministerio defiende la igualdad en el currículo entre niños y niñas. No obstante, son los maestros quienes juegan el partido. Son los maestros quienes están en contacto con los estudiantes y sus familias, quienes pueden erradicar la agresión a un estudiante por ser mujer, andino, tener diferente orientación sexual o presentar discapacidad . Ningún padre quiere que su hija se vea impedida de destacar en matemáticas; menos aún que sea violada o violentada impunemente como ahora ocurre: 94% de las víctimas de violencia sexual son mujeres y de ellas el 77% son niñas. Ninguna madre querrá tampoco que su hijo o hija sufra bullying por ser homosexual. Los maestros pueden lograr que sea respetado y desbaratar el miedo absurdo a la homosexualidad “por contagio”. Pueden conseguir que los varones expresen sus emociones sin ser insultados por ello. Pueden incentivar a las niñas a ser valientes, en lugar de ser princesas fracasadas o abusadas, ya que así podrán triunfar en la vida, al igual que sus compañeros. Los maestros pueden dar cabida al talento artístico de niños o niñas porque desarrolla su sensibilidad y los hará mejores ciudadanos. Pueden elogiar a los niños por valorar el cuidado de los otros y compartir roles en el hogar,  en lugar de decirles saco largo. Ustedes los maestros pueden incentivar tanto a niños como a niñas a ser afectuosos, valerosos, seguros y fraternos. 

El tema de la corrupción no ha entrado en la escuela directamente. Pero la envuelve. No sólo porque en los libros de historia ya tendremos 2 o más presidentes corruptos encarcelados, sino porque el silencio ante la coima y la instalación del engaño y del “roba pero hace obra” mellan la integridad ética de las nuevas generaciones. Requerimos maestros que aborden sin temor estos temas. Hoy que está planteado aprender por problemas y no por materias (Finlandia, España), las matemáticas tendrán más sentido si los estudiantes calculan por ej. cuánto dinero se puede recuperar de la corrupción, o si averiguan cuál es el índice de paridad de género en el Perú, según las Naciones Unidas.  Asimismo, la lectura y discusión de noticias sobre estos hechos forjará ciudadanos honestos, si es que encuentra sitio en el aula. Necesitamos niños y niñas inmunes a la podredumbre moral y la mejor vacuna puede estar en manos de los docentes.

Maestras y maestros son protagonistas de la indispensable reforma cultural y moral que hoy requiere nuestro país.

Escrito por

Teresa Tovar

Socióloga por titulación y escribiente por fatal afición, creo que combinar indignación, risa y algo de esperanza es una buena receta


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