#ElPerúQueQueremos

Eliminar lo trascendente

El sin-sentido de la reorganización del MINEDU

Publicado: 2015-02-16

Desde este mes ya no tenemos en el Perú educación ambiental para el desarrollo sostenible, tal como lo estipula la Política Nacional de Educación Ambiental y como lo dicta el sentido común a partir de la dolorosa constatación de la crisis ambiental que vive el planeta. 

Según el nuevo Reglamento (ROF) del MINEDU se elimina la Dirección de Educación Ambiental y Comunitaria (DIECA). La educación ambiental ha quedado confinada a un enunciado y a un rincón del currículo, cuando la experiencia internacional y nacional refrenda que requiere un enfoque integral (enfoque, procesos, instituciones, responsabilidades, metas, contenidos) y, además,  un esfuerzo de discriminación positiva. 

Las escuelas constituyen un escenario privilegiado para impulsar estos cambios. Esto estaba en marcha en el Perú. Con base a incentivos de reconocimiento simbolizados en banderas verdes otorgadas a las mejores escuelas con logros de educación ambiental  alrededor de 14 mil escuelas de primaria y secundaria, urbanas y rurales se comprometieron con la educación ambiental en un proceso que enlaza la interiorización de hábitos y modos de vida saludables y sostenibles con el diálogo intercultural de saberes, con una visión sistémica y critica de la realidad, y con un proceso social comunitario de construcción de un país ambientalmente sano, rico y diverso.  

La desatinada medida del MINEDU coloca en entredicho este esfuerzo y contradice los discursos que las altas autoridades hicieron recientemente en el Congreso Iberoamericano de Educación Ambiental y en la COB.

En plena crisis ambiental civilizatoria se diluye una dimensión potente no sólo para los aprendizajes básicos, sino fundatoria para la formación del pensamiento crítico esencial, tarea esencial del quehacer educativo.

A propósito de ello reproducimos y adaptamos  algunos extractos de un artículo reciente publicado en la  revista Tarea http://tarea.org.pe/wp-content/uploads/2015/01/Tarea87_02_Teresa_Tovar1.pd):

Milenio. Entre el espanto y la esperanza

Teresa Tovar Samanez

El tema ambiental no es  un tema más. No es un “espacio geográfico” a conocer y manejar, sino una dimensión nodal de la vida en plenitud. No es una dimensión puntual en el currículo, sino un pilar de cualquier aprendizaje hoy en día. No es una política secundaria, es una cuestión trascendental. Constituye el desafío del siglo.

CRISIS CIVILIZATORIA. Se habla de  ella tanto desde la ecología, como desde la economía. Desde la dimensión ambiental se afirma que la crisis ambiental es la expresión más grave y aguda de la crisis de la modernidad y del “progreso”. Desde la economía se plantea que la crisis civilizatoria obedece a un modelo socio económico determinado, que corresponde a una fase del capitalismo irracional y depredadora, que funciona en torno al lucro y la ganancia insaciables. Hoy en día la riqueza mundial está dividida en dos: casi la mitad está en manos del 1% más rico de la población, y la otra mitad se reparte entre el 99% restante. La crisis civilizatoria es una crisis de los modos de ser y entender el mundo, donde los considerados como más “civilizados” destruyen el planeta y los considerados como más “primitivos” viven en armonía con él.

En ambos casos, enfoque ambiental y enfoque económico, se plantea que la crisis civilizatoria es holística e integral, y que envuelve el conjunto de dimensiones de la vida económica, social, cultural de las personas y comunidades. Económicamente mercantiliza en función del lucro y acrecienta geométricamente las asimetrías en los ingresos económicos. Políticamente no sólo reduce al Estado, sino que lo subordina, convirtiéndolo en un instrumento más del capital financiero y de la lógica del lucro; desconfigura la democracia y la pervierte con mecanismos de lobby y corrupción. Socialmente incrementa la desigualdad, la discriminación y la afectación de los derechos humanos y sociales (reducción drástica de derechos sociales, agudización de condiciones indignas de vida, violencia, etc.). Culturalmente instala un una subjetividad que consiste en adaptar a los individuos al modelo de competividad permanente que destruye los lazos de convivencia, y da lugar a una “fabricación del ser humano, donde la economía es el método y el objetivo es cambiar el alma”. Culturalmente también instala una manera de entender el mundo y de hacer ciencia.

Se trata, obviamente de dos lados de una misma medalla. La dimensión económica es la causa y la dimensión ambiental su más fatal consecuencia. Lo que ocurre es que la crisis ambiental es la expresión más grave de la crisis del modelo económico, por lo que posee un potencial de resiliencia y emancipación. Conduce directamente a un debate cultural porque coloca en cuestión un modo de vivir destruyendo la vida y abre la posibilidad de refundar un nuevo orden que genere equilibrios de vida, que garantice la reproducción de las condiciones de vida. Lo nuevo es “Ir hacia la reproducción ampliada de la vida en sustitución de la reproducción ampliada del capital”  (Despatriarcalización y descolonización de saberes en AL y el Caribe, Costa Rica, nov. 2014 Foro pensamiento crítico en las CCSS, Montserrat Sagot, Costa Rica, Magdalena León, Ecuador, Karina Bidaseca, Argentina, Lorena Cabnal, Guatemala)...

CRISIS CIVILIZATORIA  Y EDUCACION.  Desde la preocupación educadora, la crisis ambiental y civilizatoria es fundamental, porque alude a una forma de existencia que pone en juego visiones y representaciones sobre las personas y el mundo. Niños y jóvenes crecen y se forman en esas representaciones, pudiendo hacerlo, bien para adaptarse al modelo en crisis o bien para subvertirlo. Las conclusiones del Congreso Iberoamericano de educación ambiental señalan que “es preciso enfrentar la “crisis ambiental civilizatoria a partir de una nueva ética de respeto a todas las formas de vida y su medio físico” y propone que “educar para la sostenibilidad de la vida” significa que entender la transformación del mundo “requiere también de un cambio en las formas de concebir el mundo, de pensar y de actuar para construir nuevos significados sobre las relaciones naturaleza, sociedad y cultura"

Lo ambiental es un punto de inflexión para el replanteo de los modos de educar e implica al menos cuatro desafíos:

1. Enfoque crítico y emancipatorio. En el Congreso Iberoamericano se planteó que la educación ambiental no es neutra sino que asume el desafío político de entender a cabalidad lo que está ocurriendo en el mundo. Esto supone  ubicar claramente a los responsables de la crisis y exigirles que restituyan el daño que causan... La educación ambiental debe analizar críticamente el modelo económico, para ver de qué manera está afectando los ecosistemas y la vida. No puede limitarse a mitigar los daños causados por el mismo o a adaptarse a sus consecuencias...“La educación ambiental no debe absorber la retórica del ¨progreso… Lo que reclaman las comunidades no es una adaptación a una acción humana destructiva que pasa por encima de sus modos de vida" (Enrique Left). 

2. Ruptura epistemológica. La educación ambiental así asumida conlleva una ruptura epistemológica. Left sostiene que hemos heredado una configuración de las ciencias, que fragmenta el conocimiento del mundo y no nos permite comprender la complejidad de los problemas ambientales hoy en día tenemos, “porque son problemas que no pueden ser abarcados y menos resueltos, desde el abordaje de una sola de las ciencias”. El asunto no es solo de sobre-especialización, sino que hay “una falla de la razón, una falla del conocimiento, una falla en la racionalidad científica” que constituye hoy el fundamento de la modernidad . 

La educación ambiental exige plantear otros modos de conocer, no homologables con la racionalidad que hoy está a la base de los modos de enseñar predominantes. Astrid Hollander (UNESCO)  plantea que para conseguir una educación transformadora para el desarrollo sustentable hay dos estrategias: a) la de adición e integración de la educación ambiental en los planes de estudios ya existentes, y b) la de reorganización de todo el sistema educativo, reorientando los contenidos y currículo, loa procesos pedagógicos y la estructura institucional.

3. Nuevo contrato social.  El  Estado de Derecho, viene siendo desvirtuado por el modelo mercantilista que arrasa progresivamente con sus principios y viola y reduce los derechos ya conquistados y establecidos. El  mismo origen del “contrato social” tuvo restricciones para varios colectivos no incluidos en el contrato y ceguera absoluta frente a la cuestión ambiental.  

Martha Nussbaum analiza que los estados modernos no incorporaron a colectivos humanos considerados como inferiores (las mujeres, los esclavos, las personas con discapacidad) y éstos fueron incluidos posteriormente de manera restrictiva. El “contrato social” se suscribió como un acuerdo de beneficio mutuo entre personas consideradas iguales y que producen beneficios. Por ello fueron excluidos los colectivos discriminados y los que no producían beneficios: estos últimos son las personas con discapacidad y las criaturas no humanas (naturaleza). 

Hay que educar para celebrar un nuevo contrato social cuyo principio básico sea el respeto a la dignidad y a la vida, en lugar de regirse por la lógica del beneficio mutuo y, por tanto, por la lógica de la producción de ganancias. 

En educación necesitamos un contrato que no coloque a unos estudiantes por encima de otros en razón de estándares discutibles, que no postergue a estudiantes con desventajas, que no instrumentalice la educación como “negocio y que no conciba a la naturaleza como “recurso”. Requerimos un contrato educativo que ponga nuevamente en valor a la educación pública, que reconozca la diversidad cultural y humana como principal privilegio y que “elabore un auténtico sentimiento de pertenencia a nuestra Tierra considerada como última y primera patria¨(Morin).

4. Nuevos formatos. Más allá de la escuela. La escuela no sólo ha dejado de ser eje del flujo del conocimiento, sino que la escuela autorreferida, ajena al contexto social, económico y ambiental, acartonada en la rigidez de sus aulas y rutinas y temerosa de la ¨politización¨ que conlleva su relación con el entorno, está entrando en una crisis progresiva. 

La educación ambiental, que es a la vez comunitaria, inaugura una ruta para romper con el antiguo “formato” escolar. Abre la escuela al “territorio” y la comunidad como espacios densos, humanos, naturales y culturales, como conglomerado de poblaciones y modos de vida, como hábitus al decir de Bourtieu, noción que implica sistemas estructurados de vida que condensan prácticas, relaciones sociales y cultura . La educación ambiental promueve sinergias armoniosas con la vida, que son saberes contra hegemónicos. Constituye ciudadanos ambientales no desde el paradigma individualista de ciudadanía, sino desde el ensamble de colectivos humanos en una ruta de transformación, conscientes de la crisis ambiental civilizatoria, capaces de actuar en defensa la vida en todas sus manifestaciones y empoderados para proyectar un mejor planeta para las futuras generaciones. 

Colofón

Es debido a este potencial transformador de la educación ambiental que hoy toca ponerla en el centro. Hay retos históricos que marcan época. Si en el siglo pasado, la crisis del orden oligárquico ensambló el problema del indio con el del analfabetismo y marcó el derrotero de políticas educativas redistributivas e inclusivas; este siglo exige ensamblar la crisis ambiental civilizatoria con una agenda ciudadana en educación.

Lamentablemente, hoy, en lugar de ponerla en el centro, la han colocado al margen




Escrito por

Teresa Tovar

Socióloga por titulación y escribiente por fatal afición, creo que combinar indignación, risa y algo de esperanza es una buena receta


Publicado en